Del “inofensivo” chizito a la muerte prematura, obscena e irreparable.
Desde los sedantes o alcohol para que se calmen hasta el deceso en situación de secuestro. El descuido, maltrato y ataque hacia los niños ofrece en la Argentina un gran muestrario de hechos de violencia sobre los menores -con distintos rangos de gravedad- forjando personas sometidas, enfermas, violentas, resentidas, abusadoras e individualistas.
Por un lado el hospital Garraham en conflicto y sus consecuencias sobre la atención pediátrica. Por el otro, en el extremo más inaceptable -porque no admite reparación- la muerte antinatural, sórdida y aberrante como la del menor Santiaguito.
A la larga el tejido social se rompe porque muchas personas terminan siendo poco aptas para convivir con normalidad, sin violentar al otro y respetando contratos sociales y los derechos del semejante.
La violencia no se relaciona sólo con la acción directa sobre un chico sino también con los mensajes confusos que los adultos les trasmiten. El mundo del niño esta colmado de confianza en los adultos. Si en lugar de cuidados recibe ataques, abandono y abuso se despiertan sus prevenciones, temores, inseguridades o desconfianzas hacia sus mayores.
Estos perjuicios ocurridos en la primera infancia moldean el carácter de una persona hacia la violencia, las dificultades para confiar en los próximos, en la autoridad y para construir vínculos saludables. Una sociedad que ataca y abandona a sus niños no supone desarrollo sino retroceso.
Publicado en Recoleta Profesional Nº 9, septiembre 2005.